Yo lo sabía, en el fondo de mi, de una u otra forma sabía que en algún momento, me quería ir a algún sitio más pequeño. Que no quería arraigarme en la ciudad, no podía o no sabía. Pero solo era una idea lejana que no me planteaba realmente llevarla a cabo.
Hasta que, fue la vida, la que me indicó el camino, una vez más. Una oportunidad de cambiar mi vida, de tener otra vida, se planteó ante mi y no dudé en aceptar el reto.
Todos los cambios suponen un desafío al principio. En mi caso, fue un reto cambiar cuando estás acostumbrado a vivir en núcleo grande y tienes que pasar de vivir bajo esas comodidades –que ahora entiendo, nos adormecen- a vivir de otra forma. Menos cómoda, quizá, porque no tienes el metro a la vuelta de la esquina, pero un modo más auténtico, (ahora lo sé).
Cuando llegué
Llegué al campo, a la montaña, en un momento difícil, bueno, más que difícil, era un momento de caos. Había pasado muchos momentos difíciles en mi vida pero en aquel momento mi vida solo era caos, y ¿por qué?
Por seguir unos dictámenes de la sociedad, “hay que hacer esto para tener éxito en la vida”. Yo estaba en lo que se suponía que debía hacer, y sin embargo, todo era ruido, caos, estrés, no podía entenderlo ni gestionarlo, ¿Cómo yo sola había caído en eso?
En cualquier caso, en uno de esos momentos más caóticos de mi vida, decidí dar un paso claro y en firme que me alejaba radicalmente de todo lo que tenía: todo o nada. Sentí mucho miedo, salirse del camino establecido nunca es fácil.
No fue inmediata, mi adaptación, como todo proceso de cambios, lleva su tiempo. Pero, simplemente, fue sucediendo, como suceden las cosas en la vida, las reales, las no forzadas, como ocurre en la naturaleza, fluyendo, sin luchar.
Allí estaba yo, cada día más alejada de lo anterior y sin embargo, cada día más yo, más feliz, más plena, más centrada, con las cosas más claras que nunca, ¿pero cómo podía ser?
Y fue la vida otra vez, la que vino a explicarme el por qué de todo ese bienestar, esta vez en palabras y a través de un libro.
Y así entendí que es verdad, cuando eliges desde el amor y no el miedo, todo comienza a fluir, como un río, poco a poco pero sin pararse en ningún momento.
Encontré la pieza que me faltaba sin buscarla
Ahora entiendo todo y todo tiene un sentido hilado para mi. Pero, en aquel momento tuve que ir atando cabos y descubriendo cosas nuevas.
O no, cosas que quizá siempre había sabido, cosas que estaban en mi ADN dormidas, esperando a ser usadas. Pero claro, en la vida moderna y en las ciudades, no tenemos la necesidad de usar todo ese conocimiento, y por eso, se queda aletargado a la espera de que algún día llegues a re-conectar y a re-conocerte.
No es tan difícil, créeme y una vez que lo haces, no hay vuelta atrás, por eso, quiero ayudarte.
Sentirse plena no va de acumular más, si no de quedarse con lo esencial.
La conexión plena con la naturaleza nos ayuda a darnos cuenta. Pero, hay que ser capaz de conectar y para eso hay que despertar los sentidos y la atención plena, que en la vida urbana solemos tener olvidada y dividida.
Lo bueno es que, la conexión plena va más allá, es ver el mundo con unos nuevos ojos. Y una vez tenemos esa nueva visión, ésta no nos abandona. Si conectamos con la naturaleza, nos sentimos revitalizados y felices, llegamos a entender la profundidad de su importancia vital para nosotros y para el planeta, entonces cambia la visión que tenemos, empezamos a ser más empáticos.
Como ves, creo mucho en la necesidad y el propósito de este proyecto y de verdad, ojalá te puedas regalar un momento de conexión plena, te animes y te des la oportunidad de asistir a alguna de las experiencias que hemos preparado para ti.
¿Nos seguimos en las redes?
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